¡¡¡Saludos fanáticos de la cuenta del Omer entre Pesaj y Shavuot!!!
¡Bienvenidos a una más de sus maravillosas sesiones de la fantástica Yeshivá Virtual (todavía en el exilio – bu, bu, bu)! ¡Unica en transmitir desde un cuartito en la casita de mi Mamá!
Para la sesión de hoy, hemos preparado un tema que está machinrinsísimo, el cual, tras tremendas deliberaciones, hemos acordado en llamar “El Estrado de los Pies de Dios” (Ahhhhhhhh ¡¡¡No es posibleeeee!!! ¡¡ya que comienceeeeeee!!).
Bueno, entonces ya sin más preámbulo, entrémosle al ajo (¡guacala!):
Está escrito (Yeshayahu – Isaías 66:1):
“El Señor dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo?”
Nosotros sabemos que la Escritura puede ser interpretada, básicamente, de dos formas: Una literal, histórica e intelectual; y otra Espiritual, la cual trasciende el texto y convierte las palabras en “Palabras Vivas” que transforman el alma. Esta es la diferencia entre lo que los HaJamim (Sabios) llaman “La Letra” y “El Espíritu”, la diferencia entre un símbolo y el significado real de las cosas; la Ley, que es de hacer o no hacer, vs. la Gracia, que es de creer.
En diversas sesiones de esta increíblemente famosa Yeshivá Virtual (todavía en el exilio - bu, bu, bu), hemos tocado este tema, por lo que no voy a ir en profundidad en el ahora. Pero si tenemos que recordar que los símbolos no sirven de nada y que lo importante es su significado. Uno nunca va a entender qué representa una cruz hasta que uno no reciba la realidad del sacrificio de Jesús en la Cruz, por muchas cruces que se cuelgue uno al cuello o en la pared; y cuando uno recibe la realidad de este sacrificio entonces todas esas otras cruces se vuelven irrelevantes ante la realidad de Dios en mi. De la misma forma uno no va a entender la realidad de la resurrección de Jesús hasta que se lo tope y entienda que es cierto que está vivo, por muchos rituales y servicios a los que uno asista, por muchas canciones lentas y rapiditas o rezos interminables de bola chica, bola chica y bola grande.
De esta misma forma, hace como 3,500 años, Dios habló a nuestros padres en el monte, y les dio una revelación rodeada de señales y milagros y palabras que comienzan diciendo “Escucha Israel” (Shemá Israel), haciendo un llamando a todos a escuchar Su Voz de forma directa e individual. Pero los religiosos transformaron la palabra viva de Dios en 613 preceptos (Mitzvas) que mataron literalmente la relación entre Dios y cada uno de nosotros, cambiando nuestra relación viva y real con Dios por un libro de leyes. A estas personas las conocemos más por como generalmente son mencionados en el Nuevo Testamento: “Fariseos”.
Pero después de esto, Dios se nos reveló a nosotros en la forma del Mesías, de Jesús de Nazaret, a través de cuyo sacrificio el mismísimo velo del Templo de Dios fue rasgado, de manera que ya no hay nada que se interponga entre Dios y nosotros. Sin embargo, 2,000 años después, seguimos la tradición del hombre, cambiando Su Palabra Viva por cualquier cantidad de leyes legalistas que nos atan a una institución muerta y a un sistema religioso igual de opresivo que el de los Fariseos. Así, sigilosamente, sin darnos cuenta, caímos en la trampa de la cual Dios nos advirtió (Yeshayahu - Isaías 28:13):
“La palabra, pues, del Señor les será mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá; hasta que vayan y caigan de espaldas, y sean quebrantados, enlazados y presos.”
Así, poco a poco, todo el Cuerpo de Creyentes cayó en el oscurantismo que duró mil años y del cual aún tenemos sombras tenebrosas por todas partes. Volviéndonos ciegos, mudos y sordos, igual que los ídolos que sustituyeron a la mismísima presencia del Señor Dios Todopoderoso en nuestros corazones.
Pero el tiempo cambia, y Dios sigue haciendo la misma pregunta hoy que cuando le habló a Yeshayahu (Isaías) hace 2,700 años diciendo:
“¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo? (Yeshayahu - Isaías 66:1)”
Y ¿dónde está? ¿se estará refiriendo al Templo en Jerusalén? ¿o a una catedral o iglesia más grande y más ostentosa que las de Roma o toda Europa? ¿cuál es este lugar del Reposo de Dios, donde Dios mismo anhela habitar? Yo les digo, si El estuviera esperando a que le construyéramos una habitación física, un edificio, no habría materiales ni diseño ni tamaño que pudiera servirle a El, porque el mismo Rey Salomón, quien construyó el Primer Templo en Jerusalén dice (2 Crónicas – Dibrei HaiMaim Beit 6:18):
“Mas ¿es verdad que Dios habitará con el hombre en la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que he edificado?”
Y así es, y así ha sido, que desde el principio del Universo y hasta el día de hoy, Dios busca corazones y no edificios para habitar, de tal forma que nosotros, quienes hemos creído y confiado en Su Nombre, hemos venido a ser en Cristo un edificio no hecho con mano, construido con piedras vivas, tanto en lo individual así como en lo colectivo. Hemos venido a ser Templos Vivos del Dios Viviente. Esto es lo que Pablo pregunta como diciendo: “¿qué no les ha caído el veinte?”, cuando escribe (1 Corintios 3:16):
“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”
Ahora, sabemos que esto es verdad, porque quienes conocemos al Señor vivimos este proceso de “Edificación” todos los días. Más, si somos el verdadero Templo de Dios, entonces toda virtud asociada al Templo de Dios nos pertenece realmente a nosotros. Entonces ¿cómo aplicaría la descripción que David hace del Templo justo antes que Salomón lo construyera? Porque David dice (1 Crónicas 28:2):
“Y levantándose el rey David, puesto en pie dijo: Oídme, hermanos míos, y pueblo mío. Yo tenía el propósito de edificar una casa en la cual reposara el arca del pacto del Señor, y para el estrado de los pies de nuestro Dios; y había ya preparado todo para edificar.”
De tal forma que David mismo declara que El Templo de Dios tendría que venir a ser lugar de reposo y estrado de los pies de Dios, y ¿no es eso mismo lo que pregunta El Señor a través de Yeshayahu (Isaías) casi 500 años después de David? Porque con esa misma porción de la Escritura abrimos la sesión de hoy, la cual dice (Yeshayahu – Isaías 66:1):
“El Señor dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo?”
¡No puede ser! ¡Ya repetí tres veces la misma porción de la Escritura en una misma sesión! ¡Chale! Pero bueno, es que, en otras palabras, Dios nos está preguntando: “¿Dónde están ustedes los de corazón sincero en quienes anhelo habitar y sobre quienes haré reposar Mi Gloria?”; y esto dice de nosotros, de quienes hemos creído, pero también de quienes creerán por nuestras palabras y nuestro testimonio y se añadirán a esta Su Casa hasta que quede terminada.
Y, por increíble que esto parezca, Jesús mismo está esperando que esto ocurra. El está esperando a que El Templo Vivo del Dios Vivo sea terminado y completado para entonces regresar. Y esto mismo es también un misterio, porque está Escrito que Dios habla a Jesús diciendo (Tehilim – Salmo 110:1):
“El Señor dijo a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.”
¡¡¡Wow!!! ¡¡¿O sea que Dios está construyendo esta Su Casa con sus mismísimos enemigos?!! Pero ¿Cómo puede ser esto posible? ¿Cómo es posible que El Señor Jesús esté esperando hasta que El Espíritu Santo termine de poner a sus enemigos por “Estrado de Sus Pies”? ¿Qué no éramos nosotros el “Estrado de Sus Pies”? Ah, pues claro que si, a esto es a lo que se le llama “El Ministerio de la Reconciliación” porque Dios está reconciliando todas las cosas consigo mismo a través del Señor Jesús (¡¡¡Orale!!!), nosotros entre ellas.
En la tremenda misericordia y magistral sabiduría de Dios (la verdad es que a mi esto si me impresionó), El está construyendo Su Templo Vivo transformando las vidas precisamente de los que antes fueron sus enemigos. Transformando las vidas de quienes lo aborrecieron, lo negaron, lo rechazaron, e incluso hicieron todo lo posible por estar en su contra, y estos, queridísimos Talmudim (estudiantes de las Escrituras), ¡¡¡éramos NOSOTROS!!!
Sin embargo, Dios nos ha mirado con buenos ojos, y nos ha abierto el entendimiento para que pudiéramos recibir a Jesús en nuestro corazón y ofrecernos voluntariamente (o sea: sin que nadie nos obligue) a obedecerle y buscarle y seguirle para siempre, a hacer de nuestras vidas “sacrificios vivos a nuestro Dios”. Nosotros, los que antes incluso llegamos a decir que El no existía, ahora somos los que lo anunciamos al mundo. Nosotros, los que en un tiempo fuimos enemigos de Dios, por medio del conocimiento de Jesús, hemos sido transformados en Amigos de Dios, igual que Abraham (¡¡¡Orale!!!), por eso la Escritura nos llama “Hijos de Abraham” (Gálatas 3:6-7).
Por eso sabemos que Dios nos amó a nosotros primero, porque nosotros no lo buscábamos a El sino que El nos encontró a nosotros y nos atrajo con lazos de Amor. Este amor es el que hemos sido llamados a mostrar al mundo, no el nuestro, sino el de El, para que el mundo se sienta amado por Dios y responda al llamado a la reconciliación que Dios le hace a través del Señor Jesús. Este es nuestro ministerio y el de todo creyente, como dice Pablo cuando escribe (Romanos 5:6-11):
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación”
Y quién mejor que Pablo para decir estas palabras, porque fue Pablo mismo quién asolaba a los creyentes, persiguiéndolos y matándolos dondequiera que los encontraba. Incluso fue este mismo Pablo (Shaul o Saulo de Tarso) quien recibió a sus pies las ropas de Esteban en el momento en el que él era apedreado, presenciando no solamente el testimonio tan contundente de Esteban (registrado en el libro de los Hechos de los Apóstoles capítulo 7), sino la visión que Esteban tiene de Jesús cuando lo ve “sentado a la diestra de Dios” (verso 56), esperando a que Dios ponga a sus enemigos por estrado de sus pies. Y Pablo experimentó esta transformación de “enemigo” a “Amigo” en carne propia de tal forma que la gente decía (Hechos 9:21):
“Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre (Jesús), y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?”
Esta es una maravilla y un milagro que viene del Cielo: que habiendo sido enemigos de Dios, ahora, por medio del Señor Jesús, hemos venido a ser lugar de reposo para La Gloria de Dios y estrado de los Pies del Dios altísimo; habiéndonos apartado de Dios y renegado de El, ahora somos Su propio Templo Vivo. Por esta causa El Señor Jesús nos enseña (Lucas 6:27-36):
“Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.”
Hay que reconocer que portarse así como está aquí escrito se ve muy difícil, pero también hay que reconocer que así de bien se portó El Señor con nosotros primero, porque esos “ingratos y malos” con los cuales Dios es benigno éramos nosotros mismos. Por lo cual no nos queda sino decir (Tehilim – Salmo 107:1):
“Alabad al Señor; porque El es bueno; porque para siempre es su misericordia.
Díganlo los redimidos del Señor, los que ha redimido del poder del enemigo,
Y los ha congregado de las tierras, del oriente y del occidente, del norte y del sur.”
Que Su Amor sea nuestra confianza y su Amistad nuestra esperanza en nuestras vidas, y que esta bendición se extienda a todas nuestras familias y conocidos y para que todo aquel que nos vea reconozca que hemos estado con El Maestro, VeShem Yeshua HaMashiaj, Amén.