Yeshivá Virtual - Escrito de la Verdad
3 de Septiembre de 2006

¡¡¡Saludos Fanáticos de los Slejás del mes de Elul antes de Rosh HaShanna!!! Bienvenidos a una más de las sesiones de su exageradamente exclusiva (o sea, nomás pa’ mis cuates) e intrépida Yeshivá Virtual (todavía en el exilio, bu, bu, bu), única en transmitir desde el sofocante calor de mi cuartito.

Les agradezco por los comentarios que recibimos sobre la Yeshivá Virtual pasada titulada “HaTalmudim HaDodi” o “El Discípulo Amado”. Por esa causa decidimos dedicar esta sesión a profundizar un poco más sobre el “Jetav HaEmet”, que literalmente significa “Escrito de la Verdad”, pero que es mejor conocido como “El Libro de la Verdad” porque así se les ocurrió traducir este nombre al Español (¡¡¡Aahhhhhh!!! Tengo setecientasmil dudas de eso ¡Híjoles! ¡Ya que empieceeeee!).

Bueno, bueno, vamos a comenzar pues.

Está escrito que Jesús dijo (Juan 6:45):

Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.

Aquí Jesús está citando al profeta Yeshayahu (Isaías 54:13), pero ¿qué tiene que ver esto con el famosísimo Libro de la Verdad? Tengan paciencia, para allá vamos. Ahora tomemos unos minutos para recordar algunos temas que cubrimos en la Yeshivá pasada (que por cierto ¡qué buena estuvo! - ¡échate porras solo maextro!).

Recordarán que la única mención del Libro de la Verdad se encuentra en el Libro de Daniel donde dice (Daniel 10:21):

Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad

También recordamos que este Libro se encuentra “Sellado”, como está escrito (Daniel 12:8-10):

Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? El respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán.

O sea que aunque está al alcance de todos, nadie le entiende. Sin embargo, también aprendimos que Jesús vino justamente a romper los sellos de este Libro para manifestar su contenido. Como está escrito (Apocalipsis 5:1-5):

Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo. Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo. Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.

Aquí donde dice “desatar” sus sellos” en el Griego original dice “romper” sus sellos, lo que recalca el mensaje de manifestar abiertamente el contenido del Libro. Sin embargo, esta porción también nos recuerda que el Libro está sellado de forma que ningún “impío” le entienda, de tal forma que solo aquellos que reciben a Jesús en sus corazones reciben la posibilidad de aprender de El la revelación del contenido de este Libro. Porque este Libro está sellado al intelecto humano, pero Jesús lo ha abierto para aquel que es verdaderamente Espiritual, aquel que escucha La Voz de Dios y dispone su corazón como un niño para desaprender todo lo que cree que sabe y aprenderlo todo otra vez directamente del Maestro de Maestros, de Jesús mismo. Esto es lo que nos explica Isaías cuando dice (Isaías 29:11-13):

Y os será toda visión como palabras de libro sellado, el cual si dieren al que sabe leer, y le dijeren: Lee ahora esto; él dirá: No puedo, porque está sellado. Y si se diere el libro al que no sabe leer, diciéndole: Lee ahora esto; él dirá: No sé leer. Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado.

De aquí confirmamos que el libro está sellado para todo aquel que no busca con sinceridad al Señor, sino que confía en el conocimiento, la sabiduría y los mandamientos del hombre. Ellos, confiando en su propia prudencia, no pueden tener acceso a la sabiduría de Dios porque creen que ya la tienen, creen que la verdad y el conocimiento de Dios se resume en hacer listas de “harás esto” y “no harás lo otro”, pero a El no lo conocen ni le han visto. Estos son los que confían en una religión, ciegos, sin conocer a Dios, caminan en sus tradiciones y costumbres de hombres, llenos de obras muertas, sin saber lo que hacen pero actuando como si lo supieran todo ¡Bendito sea el Señor que tuvo misericordia de nosotros porque de allí nos sacó! ¡así éramos nosotros también! tengamos cuidado de no caer otra vez en la misma trampa sin importar en donde estemos ni a qué congregación asistamos, y si ya caímos en esta trampa, tengamos la humildad y la honestidad de reconocerlo, arrepentirnos y buscar Su Rostro de todo nuestro corazón, porque El es fiel para rescatarnos aún del pozo más profundo ¡El es BUENISIMOOOOO!

Pero bueno, total ¿cuál es el contenido de este libro? ¿qué es lo que dice? Aaaaahhhhhhh, muy buena pregunta, para entender la respuesta primero tenemos que entender que el Libro ya está abierto y está justo delante de nosotros, listo para que lo leamos y aprendamos directamente del Maestro de Maestros, del Rey de Reyes y Señor de Señores.

Una pista de su contenido nos la da el Señor Jesús en el libro de Lucas en la porción que incluye el encuentro que dos discípulos tienen con Jesús después de su resurrección. El texto nos cuenta que iban estos dos discípulos (uno de ellos se llama Cleofás, pero el nombre del otro nunca se menciona) caminando a un poblado cercano a Jerusalén llamado Emaús. En el camino, Jesús se les aparece y se hace el que no sabe ni qué onda con toda la trama de su crucifixión que pasó apenas dos días antes. Los discípulos se lamentan y de plano confiesan su incredulidad en las palabras que Jesús les había dicho sobre su resurrección al tercer día (que era justo el día en el que van caminando), entonces Jesús les contesta esto (Lucas 24:25-27):

“... ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.

Fíjense que la explicación que Jesús da a estos discípulos se centra exclusivamente en el testimonio que las Escrituras dan de El, como si fuera este el único punto importante en ellas. Más adelante los discípulos describen esta experiencia en estos términos (Lucas 24:32):

¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?

¿Se acuerdan que comenzamos diciendo que el Libro de la Verdad de Daniel literalmente se llama “Escrito de la Verdad”? Pues resulta que Jesús mismo ES “la Verdad”, porque está escrito (Juan 14:6):

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Aquí vemos que las Escrituras, las cuales contienen este “Escrito de la Verdad”, están selladas al intelecto humano, pero Jesús mismo nos las ha abierto a nosotros los niños, los que nadie quiso, los pobres, los insensatos, para humillar a lo sabio del mundo. De aquí aprendemos que al romper los sellos podemos ver claramente el Testimonio de Jesucristo en todos lados, la huella del Maestro, la presencia del Rey, por todas partes.

Otro ejemplo de esto mismo ocurre algunos versos más adelante. Estos dos discípulos se regresan a Jerusalén ultraemocionados con el encuentro con Jesús. Van a donde están los once discípulos originales y les platican todo lo que ocurrió. Mientras hablaban, Jesús mismo se les aparece en medio de ellos, pero ellos aún viéndolo no lo pueden creer de lo contentos que se pusieron, al punto que Jesús les pide que le den de comer para que vean que no están viendo una visión ni tampoco a un espíritu, sino que es El, Jesús mismo, de carne y huesito, resucitado. Entonces les dice esto (Lucas 24:44-49):

Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas.

Nuevamente Jesús mismo les “abre” el entendimiento abriéndoles el Libro mismo, para que comprendiesen las Escrituras y terminen siendo no tan solo espectadores, sino Testigos, no tan solo oidores de la Palabra, sino hacedores, pruebas vivientes de que todo esto es REAL. Así, ellos ahora entienden la Palabra y pueden “testificar” que es veraz, esto mismo es lo que El está haciendo con nosotros porque nosotros hemos venido a ser sus Discípulos.

Seguramente, si han leído las Escrituras, recordarán que Jesús siempre habla por parábolas, de tal forma que nadie le entendía, pero a sus discípulos El les explicaba todo, revelándoles lo que acababa de decir y todo el simbolismo de Sus Palabras. Pero ¿por qué no hacía esto con todos los demás? Excelente pregunta. De hecho, los discípulos preguntaron exactamente lo mismo, veamos lo que Jesús les responde (Mateo 13:10-17):

Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:

De oído oiréis, y no entenderéis;

Y viendo veréis, y no percibiréis.

Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,

Y con los oídos oyen pesadamente,

Y han cerrado sus ojos;

Para que no vean con los ojos,

Y oigan con los oídos,

Y con el corazón entiendan,

Y se conviertan,

Y yo los sane.

Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

¡Wow! ¡¡¡HaLeluYah!!! ¿No es Dios Bueno? ¡Dios es Buenísimo! ¿Cómo es posible que El nos revele Sus misterios, Sus secretos, las cosas muy ocultas desde el origen de la creación? Pues por una simple y sencilla razón: porque le oímos, porque le ponemos atención. Por eso comenzamos esta sesión con el verso de Juan 6:45:

Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.

Y es justamente porque oímos al Padre y aprendimos de El que hemos venido a Jesús, y Jesús no nos rechaza porque El nos ama. Hemos venido a ser sus “Discípulos Amados” y, a quién pueda recibirlo, le comparte todos sus secretos, ya no más por parábolas, sino claramente, abiertamente, para que sepamos lo que hace nuestro Señor y vengamos a ser Sus Testigos verdaderos, testigos de Su Gloria, de Sus obras maravillosas y de Su Amor incondicional e incomparable.

Así, a nosotros sus discípulos, Jesús mismo nos abre las Escrituras para que podamos ver lo que ellas dicen de El, porque El es la Verdad y el Libro de la Verdad es el testimonio de Jesucristo. Ninguna profecía ni ningún escrito genuinamente inspirado por El Espíritu Santo habla de otra cosa que no sea de Jesús, porque el testimonio de Jesús es el mismísimo Espíritu de la Profecía (Apocalipsis 19:10).

Ahora que Dios ha puesto Su Espíritu en nosotros, El mismo nos educa y nos enseña a Jesús para que le conozcamos a El. Y nosotros, guiados por El Espíritu Santo, también tenemos la llave y el poder de abrir este libro a otros. Un claro ejemplo de esto lo tenemos en la porción de la Escritura que registra el encuentro de Felipe con un incrédulo en el desierto. Un ángel del Señor le dice a Felipe que vaya por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, allí se encuentra Felipe a un funcionario Etiope de la reina de su país. El Espíritu Santo guía a Felipe junto al carro del Etiope y entonces ocurre esto (Hechos 8:30-31):

Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.

Fíjense en la actitud del Etiope, su primer reacción no fue una reacción soberbia aún y cuando él mismo es un funcionario de la realeza de su país. Su primer reacción es reconocer que no entiende nada y que necesita a alguien que le enseñe. Ahora, veamos qué pasaje de Yeshayahu (Isaías) estaba leyendo (Hechos 8:32-33):

El pasaje de la Escritura que leía era este:

Como oveja a la muerte fue llevado;

Y como cordero mudo delante del que lo trasquila,

Así no abrió su boca.

En su humillación no se le hizo justicia;

Mas su generación, ¿quién la contará?

Porque fue quitada de la tierra su vida.

Está leyendo los versos 7 y 8 del capítulo 53 del libro de Yeshayahu (Isaías), escritos más de 700 años atrás. Esta profecía hace una clara referencia a Jesús, sin embargo el Etiope no lo sabía, incluso su primer pregunta es: “Te ruego que me digas ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo o de algún otro?” (Hechos 8:34). Obviamente El Espíritu Santo está detrás de toda la escena. El había agendado esta cita y nada de lo que ocurría era casualidad. El Etiope tiene dudas sobre este pasaje en particular porque Dios le está hablando al corazón a través de el, pero él no puede discernir el significado de los versos porque no conoce al Maestro. Felipe tiene la opción de no decir nada y dejar el velo en los ojos del Etiope, de mantener los sellos en el libro, o de abrirle las Escrituras, de revelarle a Jesús en ellas. Al revelarle Felipe a Jesús, Felipe habrá “conectado” al Etiope con El Maestro de Maestros, con Jesús, y entonces Jesús continuará enseñándole al Etiope Sus Misterios, en la medida en la que el Etiope lo busque e inquiera a El sus preguntas. Eso es exactamente lo que Felipe hace, veamos (Hechos 8:35-39):

Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino.

Felipe establece la conexión entre el Etiope y Jesús, entre el discípulo y El Maestro, inmediatamente después de esto, el Etiope “no lo vio más”. Ya no es necesaria la presencia de Felipe, ahora es necesario que el Etiope busque a Jesús por él mismo y aprenda directamente de El para que se cumpla la Escritura donde dice que “todos serán enseñados por Dios” (Juan 6:45). El Etiope lo ha recibido en su corazón, ahora Jesús vive dentro de él, por lo que el Etiope puede “escuchar Su Voz” y “aprender de El”.

Por favor, no piensen que ahora estoy diciendo que nadie debe enseñar a nadie nada y que todos deben de irse solitos por allí sin enseñarse ni aprender unos a otros y unos de otros ¡por supuesto que no! Pero nadie puede tomar el lugar de Jesús en la vida de otra persona, todos debemos alentarnos unos a otros a escuchar Su Voz y a aprender de El, porque haciendo esto entonces fomentaremos la “relación personal con Dios” que se supone que todo creyente debería de tener, y que usualmente termina en una relación personal con la autoridad religiosa o con una institución. En estos tiempos esto ya no puede ser así porque Jesús está cerca.

Bueno, volviendo al punto (siempre me voy pa’l montesquiu, perdón), el chiste aquí es que ahora nosotros tenemos la llave del Libro de la Verdad, y esta llave es Jesús mismo y el Libro también es Jesús (a ver si no los revolví con esto). A través de El todos los misterios de Dios nos son revelados. Y, resulta que todos los misterios de Dios, todos, tratan de Jesús mismo, de tal forma que mientras más nos adentramos en los misterios de Dios y aprendemos del Maestro, más lo conocemos a El, de eso se trata todo este rollo. Por eso el verso de Apocalipsis parece afirmar que Jesús venció en la Cruz exclusivamente para “abrir el libro y romper sus siete sellos” (Apocalipsis 5:5), porque al vencer El se nos ha manifestado abiertamente a todo aquel que lo reciba en su corazón y lo confiese con su boca y, al hacer esto, recibimos La Verdad y La Verdad nos hace Libres (Juan 8:31-32).

De esto se trata tooooooda la revelación que Daniel recibe y tooooooda la revelación que Juan recibe y que registra en el Libro del Apocalipsis. Todo lo que está escrito allí narra la forma a través de la cual Dios establecerá La Verdad sobre el mundo entero, desechando la mentira y a todos aquellos que la siguen, de tal forma que El Reino de los Cielos sea manifestado en la tierra así como lo es en el Cielo. Toda la revelación contenida en el “Libro de la Verdad” no solamente revela a Jesús en nuestros corazones, sino que también lo manifiesta a El al mundo entero, comenzando a través de nuestras vidas hasta culminar con nuestra total resurrección o transformación y su retorno físico.

No piensen que toda la revelación de Dios se limita a un libro aún y que este sea las mismísimas Escrituras, porque la letra mata pero el Espíritu Vivifica (2 Corintios 3:6). Por eso les voy a decir un misterio: Este Libro de la Verdad, sellado con siete sellos, también es nuestro propio corazón, el cual habíamos cerrado cuando nos escondimos de Dios el día que nos dio vergüenza estar desnudos delante de El, y El nos ha vencido para abrir el tesoro que escondió dentro de nosotros, la Perla de Gran Precio, que es Cristo mismo en nosotros.

O sea, lo que les quiero decir es que el verdadero cumplimiento de todas las Escrituras no está tanto en los cambios que vemos por todos lados en el mundo, llámense guerras o corrupción o decadencia o lo que sea, sino en la medida en la cual Cristo Jesús se revela a nuestros corazones y es reflejado al mundo a través de nuestras vidas hasta que El regrese. Eso es todo lo que importa porque El es todo lo que importa, lo demás vendrá por añadidura.

Pongamos pues nuestros ojos fijos en El, El Libro de la Vida, y aprendamos de El a ser mansos y humildes de corazón, para correr nuestra carrera confiados en que La Victoria es Suya, sea así para nosotros y para todo Israel, en el Nombre de Jesús, Amén.