Yeshivá Virtual - La Verdadera Herencia

¡¡¡Saludos Fanáticos del Ayuno de Tisha B’Av!!! Bienvenidos a otra más de sus esperadísimas y nunca bien ponderadas Sesiones de la Yeshivá Virtual (todavía en el exilio, bu, bu, bu).

El día de hoy vamos a tratar un tema ultrapolémico (¡¡¡ahhhh!!! ¡pero cómo!), sí, para robarle cámara a López Obrador. Hoy vamos a dedicar esta sesión al controvertido tema de “La Verdadera Herencia” (¡Ohhhh! ¡Pero qué controvertido! ¡Ya que comience!!! ¡Orale!!!). Así que entremos a la acción:

De Abraham Abinu (Nuestro Padre Abraham) está escrito (Bereshit – Génesis 13:14-17):

“El Señor dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos y, desde el lugar donde estás, mira al norte y al sur, al oriente y al occidente. Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Haré tu descendencia como el polvo de la tierra: que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate y recorre la tierra a lo largo y a lo ancho, porque a ti te la daré.”

De Yitzak está escrito (Bereshit – Génesis 26:2-5):

Allí se le apareció El Señor, y le dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré. Habita como forastero en esta tierra. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras y confirmaré el juramento que hice a Abraham, tu padre. Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y daré a tu descendencia todas estas tierras, y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente, por cuanto oyó Abraham mi voz y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.”

De Yaakov está escrito (Bereshit – Génesis 28:12-15):

Y tuvo un sueño: Vio una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo. Ángeles de Dios subían y descendían por ella. El Señor estaba en lo alto de ella y dijo: Yo soy El Señor, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente, pues yo estoy contigo, te guardaré dondequiera que vayas y volveré a traerte a esta tierra, porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.”

Estos versos, junto con muchos otros semejantes, han sido la base sobre la cual está fundada nuestro derecho como Judíos para poseer la tierra de Eretz Israel (La Tierra de Israel). Porque Dios la dio a nuestros padres, a Abraham, Yitzak y Yaakov, para poseerla y para engrandecerse ellos allí, o al menos eso es lo que hemos escuchado y aprendido por generaciones. Debido a las “Promesas” que Dios dio a nuestros Padres, la Tierra de Israel es también llamada “La Tierra Prometida” y así es conocida por muchos, creyentes y no creyentes. Incluso, son también estos mismos versos los que han sido y seguirán siendo utilizados para dar legitimidad al establecimiento del moderno Estado de Israel. Legitimidad histórica quiero decir, porque legitimidad legal la tiene desde su fundación en 1948, primera vez desde antes de la ocupación Romana que Israel existe como un país autónomo.

Sin embargo, después de haberles tirado este rollo patriótico ¿qué pensarían de mí si les dijera que la tierra donde actualmente está asentado El Estado de Israel no es la verdadera Tierra Prometida? (¡¡¡¿¿Qué??!!! ¡Ah! ¡Hereje gacho! ¡Chicharrón con pelos for you!) Pero antes de que rasguen sus pantallas, quemen sus monitores y pongan este archivo dentro de su “lista negra” de archivos prohibidos para ser borrados en la plaza pública de su localidad, déjenme explicarles a qué me refiero.

Uno de los pasajes más famosos de Las Escrituras es justamente el pasaje donde Dios aparece a Moisés en la zarza ardiente y lo envía a Egipto para sacar a Israel y traerlo a la “Tierra Prometida” o “Tierra Santa”. Todos conocemos el resultado final de esta historia (espero que si), pero por si no, déjenme les platico que acaba con la entrada de todo Israel a la tierra de Israel (Eretz Israel) poco más de 40 años después. Entendemos que este es el cumplimiento de las promesas que Dios hizo a nuestros padres, pero ¿es esto así? ¿era la intención final de Dios para Israel únicamente el transportarlos de Egipto a Eretz Israel y hacerlos poseer ese pedazo de tierra? Veamos con un poco más de detalle la escena desde el principio (Shemot - Exodo 3:1):

“Apacentando Moisés las ovejas de su suegro Jetro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto y llegó hasta Horeb, monte de Dios.”

Aquí La Escritura nos señala que el encuentro que tuvo Moisés con Dios ocurrió en el monte Horeb, y aclara que este monte es el “Monte de Dios”. Sin embargo, nosotros sabemos que El Monte de Dios no es un monte normal ni una montaña como las que vemos en la tierra, sino que es la manifestación del Gobierno de Dios sobre la tierra a través de Su Pueblo. Si esto es así, eso quiere decir que la experiencia de Moisés tuvo que haber sido una experiencia Espiritual, una visión de Dios, y así lo confirma la Escritura solo dos versos después (Shemot - Exodo 3.3):

“Entonces Moisés se dijo: «Iré ahora para contemplar esta gran visión, por qué causa la zarza no se quema».”

Moisés llama “Gran Visión”, en Hebreo “Mareh HaGadol” o “Visión Grandiosa o Gloriosa”, donde Mareh significa “Aparición” o “Visión” que no es el resultado de la visión material del hombre, sino de una visión del Mundo Espiritual, por eso es que es “Gadol” o “Gloriosa”.

Estando en esta “Visión”, Dios habla a Moisés refiriéndose a este mismo “Monte de Dios” (Shemot - Exodo 3:11-12):

“Entonces Moisés respondió a Dios:

—¿Quién soy yo para que vaya al faraón y saque de Egipto a los hijos de Israel?

Dios le respondió:

—Yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.”

Esta es la razón por la cual muchos eruditos (léase “tipos listos”) han interpretado que el Monte Horeb y el Monte Sinaí son el mismo monte, porque resulta que es en el Monte Sinaí y no en el Monte Horeb dónde Dios guía a todo Israel para entregar los 10 Mandamientos, y es allí donde se supone que Israel “sirve a Dios”. Pero ahora que sabemos que Moisés estaba en una visión, podemos concluir que estos dos montes no tienen nada que ver uno con el otro. Este Monte sobre el cual Dios está hablando ni siquiera es un monte físico, sino que El está mostrando a Moisés el verdadero y real Monte Tizón, el cual somos todos nosotros cuando recibimos a Jesús en nuestro corazón y venimos a ser parte del Cuerpo de Creyentes. Nuevamente Dios está refiriéndose a Su Gobierno, concepto al cual luego El Señor Jesús se referirá llamándolo “El Reino de los Cielos”.

Esa es la razón por la cual la señal de que hemos salido de Egipto no es el habitar en “Eretz Israel”, un pedazo de tierra en este mundo, sino el “Servir a Dios sobre este Monte”. Esa es la verdadera “Tierra Prometida”, referenciada unos cuantos versos atrás cuando dice (Shemot - Exodo: 3:7-8):

“Dijo luego El Señor:

—Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus angustias. Por eso he descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo.”

Para entender porque El Señor describe estos temas en Las Escrituras de esta manera tan rebuscada hay que entender también que todo lo que está escrito, al igual que toda la historia del universo, sigue una serie de patrones, como si fueran ciclos, de tal forma que Dios dice el mismo mensaje una y otra vez, a través de símbolos y metáforas que son confusas para el hombre intelectual pero que son claras para el Hombre Espiritual, justamente porque están creadas y dirigidas para ser recibidas exclusivamente por aquellos que “Son Espirituales”. Esta es la razón por la cual El Señor Jesús dice todo el tiempo: “El que tiene oídos para oír, oiga”, de tal forma que el intelectual, el orgulloso y el religioso no pueden oír porque no está escuchando con el corazón.

En este caso, podemos ver las similitudes entre el mensaje que Dios habla a Moisés y el que después veremos cumplido a través de la vida del Señor Jesús. Fíjense, por ejemplo, en cómo en el verso anterior, Dios habla diciendo: “he conocido sus angustias” señalando que todo lo que Israel está pasando no es desconocido ni extraño para Dios, ni El está ajeno a sus opresiones. De la misma manera está escrito de nosotros y del Señor Jesús, fíjense en el siguiente texto (Hebreos 2:17-18):

Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

Por eso sabemos que El Señor Jesús entiende perfectamente como nos sentimos y dónde estamos, entiende perfecto por donde hemos pasado y todo lo que nos han hecho y hemos hecho nosotros, porque El mismo experimentó todas y cada una de las cosas que nos han pasado a nosotros. Verdaderamente El ha conocido todas nuestras angustias.

Y así como Moisés hiciera simbólicamente, siguiendo una visión de la verdadera misión del Cristo (Mashiaj) y viviendo una metáfora en la carne mientras contemplaba la realidad de Dios en el Espíritu, de esa misma forma Jesús viene a cumplir El Llamado de Dios en todo sentido y en toda dimensión, sacándonos del “mundo material” para llevarnos a “una tierra buena y ancha, una tierra que fluye leche y miel”. Este paso del “símbolo” a la “Realidad de Dios” es el reto que tenemos delante, no conformándonos con las promesas mentirosas de una religión muerta, sino buscando con todo nuestro corazón, toda nuestra alma y toda nuestra fuerza “El Reino de los Cielos”, de tal forma que todo lo demás venga por añadidura. A esto se refiere Pablo cuando escribe (Hebreos 8:5-6):

Estos sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el Tabernáculo, diciéndole: «Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte». Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo (el de Jesús), cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.”

Sobre Mejores Promesas” ¿cómo que “Sobre Mejores Promesas??? ¿Pos no se supone que era Eretz Israel la “Tierra Prometida”? ¿Cómo ahora dice que El tiene para nosotros un “Mejor Pacto” sobre “Mejores Promesas”? Porque esto implica una tierra mejor que el Israel Físico. Para entender este mensaje tenemos que entender también qué era lo que en realidad nuestros padres estaban esperando cuando recibieron las promesas de Dios ¿estaban ellos realmente esperando recibir un pedazo de tierra únicamente? El mismo libro de Hebreos nos da la respuesta (Hebreos 11:8-10):

Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, habitando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa, porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.”

Esa es la razón por la cual ellos caminaron como extranjeros en Eretz Israel, porque un pedazo de tierra no era lo que ellos estaban esperando, sino que ellos esperaban “Mejores Promesas”, esperaban “una ciudad que tiene fundamentos” y “cuyo arquitecto y constructor es Dios”. Por eso dice que “habitó como extranjero” junto con Yitzak y Yaakov, porque él se reconoció como extranjero del mundo, como alguien que ya no pertenece a este mundo y cuya esperanza y heredad no esta aquí sino que está por venir. Por eso, un poco más adelantito, la Escritura agrega (Hebreos 11:13-16):

En la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, creyéndolo y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria, pues si hubieran estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les ha preparado una ciudad.

¿Cómo pues podemos pensar que las promesas de Dios para nuestros Padres consisten en un pedazo de tierra y un país y una patria como todas las otras naciones del mundo, cuando nuestros propios Padres “anhelaban una mejor” patria, “esto es, celestial”? Esta es la verdadera promesa de Dios y esta es la promesa que todos hemos esperado y seguimos esperando hasta ver establecido El Reino de Dios sobre la tierra.

Porque nuestra herencia no es de este mundo, así como el Reino al cual pertenecemos tampoco es de este mundo, y nosotros tampoco somos de este mundo siendo que ahora somos “nuevas criaturas” y “todo ha sido hecho nuevo” porque “las cosas viejas pasaron”  y “todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17), no somos más seres carnales viviendo una experiencia Espiritual, sino que somos Seres Espirituales contenidos en vasos de barro hasta el regreso del Señor Jesús. Esta es la razón por la cual El Señor Jesús dice (Lucas 12:32-34):

“No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino. Vended lo que poseéis y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega ni polilla destruye, porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.”

Pero bueno, en concreto: ¿cuál es la verdadera herencia de Dios? ¿qué es lo que estamos esperando y a dónde es adonde Dios nos está llevando? ¡Aaaaaaaaahhhhhhhh! Pues para contestar esa pregunta veamos la pista que nos deja Moisés en la Torah (Devarim – Deuteronomio 12:8-10):

No haréis como todo lo que hacemos nosotros aquí ahora, cada uno lo que bien le parece, porque hasta ahora no habéis entrado al reposo y a la heredad que os da El Señor, vuestro Dios. Pero pasaréis el Jordán y habitaréis en la tierra que El Señor, vuestro Dios, os hace heredar. Él os hará descansar de todos vuestros enemigos de alrededor, y habitaréis seguros.”

“El Reposo de Dios”, el cumplimiento del “Séptimo Día”, “El Shabbat”, “El Milenio de Paz”, esta es la Heredad de Dios, donde nosotros no hacemos como ellos que hicieron “cada uno lo que bien le parece”, sino que obedecemos La Voz de Dios en todo y para todo, entrando en “Su Reposo”. Por eso habla Pablo de este mismo reposo diciendo (Hebreos 4:1-11):

“Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. También a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; a ellos de nada les sirvió haber oído la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo:

«Por tanto, juré en mi ira

que no entrarían en mi reposo»,

aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo, pues en cierto lugar dijo así del séptimo día:

«Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día».

Nuevamente dice:

«No entrarán en mi reposo».

Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de la desobediencia, otra vez determina un día: «Hoy», del cual habló David mucho tiempo después, cuando dijo:

«Si oís hoy su voz,

no endurezcáis vuestros corazones».

Si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios, porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.

Esta es pues la Verdadera Herencia: “El Reposo de Dios”.

Entremos pues en este reposo por el poder de La Sangre de Cristo, por Su Sacrificio en la Cruz, y por la Fe que es inspirada por El Espíritu Santo en nuestros corazones, para que Heredemos junto con El, todas las cosas y La Vida Eterna. Vivamos pues confiados, sabiendo que nuestros enemigos han sido vencidos, creciendo en toda dimensión del conocimiento de Cristo, y esperando la manifestación del cumplimiento de Sus Promesas en la resurrección de los muertos y nuestra transformación y perfección mientras aún vivimos, en El Retorno del Señor y la abierta manifestación de Su Reino en la tierra. Sean todas tus promesas cumplidas sobre nosotros, Oh Dios Poderoso, y sobre todo Israel, en el Nombre de Jesús, Amén.